No sabemos nada. Nuestra cultura no sabe nada y nos han obligado a creer que no es posible saber algo sobre ella. La muerte es nuestro tabú más grande. No queremos hablar sobre eso y esto nos ha llevado a creernos inmortales cuando definitivamente estamos más lejos de ello que nunca en la historia de la humanidad. El Ser humano de hoy piensa que como no se puede evitar, es mejor no pensar en ella, que es mejor disfrutar de la vida y no poner atención al hecho de que igual vamos a morir, pero curiosamente, este tipo de pensamiento es el que permea al ser humano que vive para el futuro y no para el presente, que vive quejándose o culpándose por su pasado o trabajando para tener un exitoso futuro que probablemente jamás le llegará.
En todas las culturas ancestrales la muerte tenia gran protagonismo y muy al contrario que en estos tiempos modernos, aquellas personas vivían profundamente el presente, con una buena calidad de vida y gran cercanía a la alegría y plenitud.
A la luz de que en cualquier momento podemos morir, la consciencia se mantiene en el presente, más atenta, clara y aguda. ¿Cómo vas a dejar para mañana aquel abrazo, aquellas palabras de amor a tus seres queridos? Cuando pensamos que la muerte nos puede llevar en cualquier momento, que puede quitarnos la posibilidad de estar con alguien en cualquier instante, para siempre, comenzamos a darle importancia a otras cosas, más simples, más humanas. Dejamos de involucrarnos tanto en emociones bajas, nos enojamos menos, nos ofendemos menos, valoramos más nuestro tiempo y no lo desperdiciamos en cosas inútiles, como mirar televisión, discutir sobre cualquier cosa, comentar sobre farándula o mirar el mundo por internet. Todo lo que realmente tendría que ocupar nuestra mayor parte del tiempo es estar presente en el lugar donde estamos, con quienes tenemos al lado y ocuparnos de asuntos inmediatos, como la casa, el jardín, los niños, la huerta, la familia, los amigos.
Una persona que no está preparada para la muerte es una persona que no está viviendo plenamente. Le falta algo esencial. Una persona que acepta la muerte como algo fundamental, también está preparada para crecer, madurar y aceptar cada cambio que ofrece la vida.
Todo nace y muere, como las hojas, las flores, los animales, así también nosotros y esto es parte de nuestro crecimiento aceptarlo y sabernos relacionar sanamente con eso. Nada es seguro en la existencia salvo los cambios, y cada cambio, cada transformación, es un pequeño fractal de la muerte. Al asumirla, asumimos la posibilidad de cambiar e ir transformando nuestro ser hacia algo cada día más completo, más maduro, más dichoso y eso, el cambio constante es el fundamento de la existencia. Si hay algo que vale la pena heredar es el entendimiento, la vivencia, la experiencia y la sabiduría que se ha ido ganando, generación tras generación, sobre los ciclos de la vida humana. No somos maquinas, títeres, somos humanos, necesitamos abrazos, cariño, sonrisa, miradas, tiempo para observar, respirar, descansar y gozar de lo que observamos, sin prisas, sin presiones. Necesitamos tiempo para meditar lo vivido, para obtener respuestas, para recordar y agradecer nuestras vidas.
Necesitamos poder expresar lo que hay en nuestro corazón, hacer cosas por el simple hecho de querer hacerlas y no por ganancia o productividad, de estar con alguien y darnos a conocer en profundidad y traspasar la mirada ver el corazón de quien tenemos en frente, de compartir nuestra vida. Cada ciclo es para vivirlo y compartirlo.
Autor: Elfa Vanya. El libro de la Mujer Consciente
¿Cuándo fue la última vez que le dijiste a alguien que lo amabas? ¿Qué te impide pedir perdón a quien has ofendido y pedirte perdón a ti mismo? ¿Un fuerte abrazo a un ser querido?
¿Ya diste las gracias a Dios y a la Madre Tierra por su infinita bondad, provisión y amor?
Recuerda vivir hoy, como si fuera tu último día, baila bajo la lluvia y ríe hasta llorar. Vive un estilo de vida 11:11 y ama a todas tus relaciones.
¡Shanti ¡
MiliZen
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